Salimos de La Torre por la gallega, la parte del pueblo más alejada del río, para adentrarnos en la sierra. Teníamos que llegar a la pista forestal que va paralela a la vía del tren, y decidimos ir por el pinar de los Suernos. Al llegar al final del pinar, cogimos un camino a la derecha, hasta llegar a la altura de la vía. La cruzamos y ya llegamos a la pista. A partir de ahí seguimos por la pista, que hace un par de giros bruscos a la izquierda y a la derecha, hasta llegar a una intersección. En este cruce, por la derecha se va hacia Cabañas, si seguimos recto vamos hacia la sierra de Cabañas, y la pista de la izquierda (hacia atrás) va a parar a Villardeciervos. Este último es el camino por el que fuimos.
Tomamos pues la pista entre Cabañas y Villardeciervos, que
sube la sierra para luego bajarla de nuevo. Esta pista es odiada por mucha
gente porque, aunque parece que está en muy buen estado, en realidad es un
camino de grava, con pendientes bastante acentuadas en algunos tramos, sobre
todo en curvas (donde más grava hay), que te puede hacer patinar y perder el equilibrio. Por eso se ha
convertido en el camino más odiado por Miguel. A mí personalmente no me molesta
subir, sino bajar, porque aun llevando
guantes y con la amortiguación, al bajar rápido siempre me acaban doliendo las manos por
la vibración que produce la maldita grava. De todas maneras, no hay casi
alternativas si quieres cruzar la sierra hasta Villardeciervos por esta zona.
La única alternativa es el camino que tomamos de vuelta.
Continuamos hasta Villardeciervos, cruzando el pueblo por la
carretera autonómica, y seguimos la señalización hacia la playa. La playa se
encuentra a unos 2 km del pueblo por un camino asfaltado. Hay que decir que en
verano está bastante frecuentada, y cuenta con un chiringuito. Sin embargo,
nosotros no teníamos ganas de ir a la playa de siempre, así que nos fuimos a
explorar por un camino que sale a la derecha en la primera curva de la
carretera. Este camino va más o menos cerca de la orilla del embalse, por zonas
llanas y despejadas, y zonas de robles. Continuamos por lo que parecía un coto,
y vimos el primer ciervo de la tarde.
Al llegar a una casa en mitad del campo, seguimos por un sendero
a la izquierda de esta, y continuamos
hasta llegar al final del camino. Justo antes de llegar vimos otros 3 ciervos.
El camino lleva a una carretera de la presa de Valparaíso.
Fuimos a la parte de
arriba de la presa, que está vallada, y luego bajamos a la parte de abajo,
donde hay un puente que conecta con el otro lado del río Tera. Este puente
probablemente sea de importancia capital para alguna próxima ruta, porque nos
permitirá cruzar el Tera sin tener que pasar por la carretera nacional, y así
llegar a pueblos como Valparaíso, Rionegro o Mombuey.
Parte superior de la presa |
Media vuelta por el mismo lugar por el que vinimos, pero ya
era demasiado tarde para bañarnos en el embalse, así que decidimos merendar a
la orilla del agua disfrutando el agradable paisaje. 3 ciervos más, y a meter
el turbo para llegar a casa antes de que fuera de noche (siempre igual :D). Si
cuando estábamos merendando ya se estaba casi poniendo el sol, no sé cómo no
nos empezamos a preocupar entonces, y menos mal que no nos dio la ocurrencia de
bañarnos, porque todavía nos quedaba un largo camino hasta casa. Es lo que
tiene el verano, que no hay preocupaciones ni prisas, y así se hace la tarde más
emocionante.
Pues despreocupados cruzamos Villardeciervos, repostamos
agua en la fuente típica con la cabeza de ciervo al pasar el pueblo, y nos metimos por la pista
que va al repetidor, que aunque recortes distancia, yo creo que es
contraproducente, porque hay que subir toda la sierra y tardas más. De noche se
iba a hacer de todas formas, así que era el dilema de morir atropellados por la
carretera o morir despeñados por la sierra, y evidentemente es mucho más
divertido el plan de la sierra.
Subimos de un tirón la sierra, nos cruzamos con el guardia
vigilante de incendios (qué se pensaría…) y de noche bajando por la otra
vertiente, pero como ya casi nos conocemos el camino y cada piedra del mismo,
no hubo problema. Además las vistas desde el repetidor por la noche son muy
bonitas, y en noches despejadas se ven muy bien las estrellas (para los
fanáticos de la astronomía), por lo que mereció la pena.